Un sillón de terciopelo verde, un hombre que lee una novela, un ventanal que da al bosque de robles, una amenaza, un relato dentro de otro que se multiplica hasta el infinito. Nos pareció una buena metáfora, un buen nombre para un taller de lectura. Además de un homenaje a Cortázar y a su magnifico cuento "Continuidad de los parques". Así que recostémonos en este cómodo sillón y comencemos nuestra tarea placentera libro en mano.

Acerca del rol del lector y los límites de la interpretación

“Un texto puede prever un lector con derecho a intentar infinitas conjeturas”, ¿cómo demostrar una conjetura acerca de la intentio operis?, pregunta Eco, y responde:
 La única forma es cotejarla con el texto como un todo coherente. También esta idea es vieja y procede de San Agustín: cualquier interpretación dada de cierto fragmento de un texto puede aceptarse si se ve confirmada –y debe rechazarse si se ve refutada- por otro fragmento de ese mismo texto. En ese sentido la coherencia textual interna controla los de otro modo incontrolables impulsos del lector.
En Los límites de la interpretación (1998), lo dice asi:
La iniciativa del lector consiste en formular una conjetura sobre la intención de la obra. Esta conjetura debe ser aprobada por el conjunto del texto como un todo orgánico. Esto no significa que sobre un texto se pueda formular una y sólo una conjetura interpretativa. En principio pueden formular infinitas. Pero al final, las conjeturas deberán ser aprobadas sobre la coherencia del texto, y la coherencia textual no podrá sino desaprobar algunas conjeturas aventuradas.
La crítica literaria, y obviamente quien la hace, es muchas veces rechazada, no agrada. Lo que digo ahora no es en su defensa porque particularmente no pienso que la necesite aunque sea, en ocasiones, rehusada (dentro del tema literario muchas cosas lo son y su por qué es problema de la Teoría de la recepción). Lo que sí me interesa señalar, es que así como hay escritores malos los hay buenos, de igual forma así como hay críticos literarios malos los hay buenos. El escritor sin el lector ¿qué sentido tendría? y viceversa, sin obra no habría lector. El crítico literario ante todo es un lector y su lectura plasmada en escritura es un ensayo, es literatura. Que puede gustar o no, es cierto, como igualmente es cierto el que puede gustar o no una novela o un cuento de un autor.

Recuerdo ahora unas palabras de
Alberto Ruy Sánchez: "El ensayo es una memoria cifrada, la bitácora afectiva de una errancia: un recuerdo reflexivo de aquello que la vida depara a quien no puede escribir sino combinando su sabor con su saber. Sabor y saber: fórmula que le encantaba usar casi como emblema al ensayista Roland Barthes, porque para él esa combinación era la clave del ensayo verdaderamente literario. Donde el saber toma sabor aparece el escritor y desaparece el escribano".
Señalamientos de Eco:
¿Tenemos derecho a preguntar cuál fue la “verdadera” intención de Wordsworth al escribir sus poemas de “Lucy”? Mi idea de la interpretación textual como una estrategia encaminada a producir un lector modelo concebido como el correlato ideal de un autor modelo (que aparece sólo como una estrategia textual) convierte en radicalmente inútil la noción de la intención de un autor empírico. Tenemos que respetar al texto , no el autor como persona de carne y hueso. No obstante, puede parecer demasiado crudo eliminar al pobre autor como algo irrelevante para la historia de la interpretación. Hay en el proceso de comunicación casos en que una inferencia sobre la intención del hablante es de capital importancia, como ocurre siempre en la comunicación de cada día. Un anónimo que diga “Soy feliz” puede referirse a una infinita gama de posibles sujetos de la enunciación, es decir, a toda clase de personas que no se consideran tristes; pero, si, en este preciso momento, pronuncio la frase “Soy feliz” es absolutamente cierto que mi intención es decir que el feliz soy yo y no otro, y ustedes están invitados a hacer tal presuposición, en bien de la “felicidad” de nuestra interacción. ¿Podemos (de modo similar) tener en cuenta casos de interpretación de textos escritos ante los cuales el autor empírico, aun vivo, reacciona diciendo “No, no he querido decir eso”? 

Notas y aclaraciones:

Lector Modelo: el capaz de participar en la actualización de las intenciones que el enunciado contiene virtualmente –cooperación textual-. La cooperación textual es un fenómeno que se realiza entre dos estrategias discursivas, no entre dos sujetos individuales. Autor Modelo y Lector Modelo, se entenderán como tipos de estrategia textual.

El
autor empírico: quien escribe la novela o el cuento (el escritor, que no es el autor modelo). También en Seis paseos por los bosques narrativos lo explica visiblemente:
El lector modelo de primer nivel desea saber cómo acaba la historia. El lector modelo de segundo nivel se pregunta en qué tipo de lector le pide esa narración que se convierta y quiere descubrir cómo procede el autor modelo que lo está instruyendo paso a paso. Para saber cómo acaba la historia basta, por lo general, leer una sóla vez. Para reconocer al autor modelo es preciso leer muchas veces, y algunas historias hay que leerlas una e infinitas veces. Sólo cuando los lectores empíricos hayan descubierto al autor modelo y hayan entendido (o incluso solamente empezado a comprender) lo que "Ello" quería de ellos, ellos se habrán convertido en el lector modelo ideal. Lector Modelo: el capaz de participar en la actualización de las intenciones que el enunciado contiene virtualmente –cooperación textual-. La cooperación textual es un fenómeno que se realiza entre dos estrategias discursivas, no entre dos sujetos individuales. Autor Modelo y Lector Modelo, se entenderán como tipos de estrategia textual.

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