Hemos disfrutado en el taller de algunos cuentos de Clarice Lispector, para los que quieran aventurarse en su novela, les presento este excelente artículo de Florencia González, que es una invitación al universo literario de Clarice.
La pasión, la palabra
Leer a Clarice Lispector es como desembrollar un ovillo. Al principio, la madeja de su lenguaje es simple, acentuado por su recalcitrante subjetividad que nos transporta a un mundo cerrado y demasiado propio. Pero, lentamente, como atravesando un viaje largo, sus palabras se instalan de una manera novedosa, nos envuelven y conducen por un camino que se torna nuevo. Deseamos compartir el viaje, vaciar esas palabras, exprimirlas hasta desconocerlas.
La historia de La pasión según GH es simple: una escultora de clase alta que vive en un edificio de departamentos de Río de Janeiro y resuelve arreglar el cuarto de la criada que se fue. Al arreglar el cuarto de servicio, intenta dar forma a su casa, transformarla en un espacio más que tenga su sello, el estilo GH. La decisión de ir a ese alejado cuarto, está alentada en la creencia de que será el lugar más sucio de su departamento pero la habitación es clara, limpia y luminosa. Incluso en unas de sus paredes encuentra pintado un mural con una pareja y un perro, cuyas miradas le resultan desafiantes y en donde cree ver una dedicatoria hacia su persona, su clase social y hasta a la fatuidad de su arte. Ante esta experiencia desmitificadora llega a una esencial: al abrir la puerta del placard se ve frente a una cucaracha. Este encuentro le provoca un asco fuerte, abominable, pero es a la vez el motivador de una ancha y difícil evaluación de su propia existencia que siempre sintió tan resguardada, tan acomodada tomando un café en su piso carioca. El encuentro con la cucaracha es un momento de iluminación para regresar a un estadio primitivo, salvaje, y por ello, quizá, más feliz. G.H. pasará a experimentar el sabor del insecto, como una manera de sellar una comunión de vida aunque sea una cucaracha – último bastión insoportable de vida citadina - como una manera de rara antropofagia. En ese momento antecede a la revelación, la epifanía, donde le resulta tan bellamente dolorosa la sensación de fragilidad de la condición humana. Esa náusea que se siente por algo vivo, es la vida. La mujer y la cucaracha, esas dos especies arcaicas, se reflejan mutuamente en lo que tienen de joyas raras, ornamentos lujosos en esta civilización de lo inútil como escombros vivientes de la civilización.
La novela es como un tratado de ontología escrito en estado de trance y la anécdota, que podría ser leído como un diario de viaje, resulta el proceso de transformación de la protagonista. Cuando GH descubre a la cucaracha, redescubre “su infancia pobre, con goteras, cucarachas… era como mi pasado prehistórico, yo había vivido con los primeros animales del planeta”. Y enfrenta a la cucaracha “Yo miré a la cucaracha viva y descubrí mi propia humanidad”. Mundo de lo humano y lo animal se funden en un contacto con la naturaleza viviente que pone en cuestión todo los órdenes, aún la norma lingüística. Cuando Deleuze define a la obra de arte como un bloque de sensaciones, un compuesto de preceptos y de afectos que conserva y desbordan las percepciones que se tienen de los objetos y las afecciones de quienes lo experimentan, para hablar de la cucaracha de Clarice. El efecto es el devenir no humano de GH, que no es imitación de un animal, vegetal o quién sabe qué, sino que es contigüidad, una zona de indeterminación donde sólo el arte, en su empresa de creación, puede entrar. “Perdí durante horas mi montaje humano”, dice GH, sabiendo que, si se pierde, es para encontrarse con lo desconocido y “encuadrar la monstruosa carne infinita”.
El recorrido es también un camino de mutua seducción “la cucaracha es pura seducción. Pestañas, pestañas que llaman. Yo también tenía millones de ojos pestañando, yo, protozoaira, proteína pura”. Y le dice a su interlocutor amoroso o lector imaginario “La vida, mi amor, es una gran seducción, donde todo lo que existe seduce”.
Lo que la novela revela es como una realidad supuestamente preconcebida y estereotipada que pasa a ser desmontado. Así como el cuarto supuestamente oscuro también es luminoso, el lenguaje tiene apariencia codificada, pre fabricada, revela posibilidades de innovación y refuerzo de sentido.
Tal vez sea más fácil de aceptar el absurdo de la kafkiana metamorfosis del hombre al insecto que el grotesco de esa necesaria crueldad existencial, la de la mujer que come una masa blanca del interior de una cucaracha.
La Pasión según GH se publicó en 1964 y la crítica la tildó de “una experiencia sobre los límites" – relativo a la novela - “y al misterio” –adjudicándolo ya no sólo a su literatura sino también a la escritora –. Límites del lenguaje, de la literatura, de lo humano. La gramática, por ejemplo, no alcanza para expresar lo que GH siente que “la vida me es” o “nada me existe”. Bordes.
Clarice Lispector murió en Río de Janeiro a los 56 años de un cáncer, a los pocos días de publicar su última novela, La hora de la estrella. La pasión según G.H. es para muchos su obra maestra, incluso para Clarice.
Cuando los primeros libros de Lispector empezaron a circular, la crítica de su país se limitó a espetar un abanico de lugares comunes, de esos que vienen prefabricados pero que, leídos con cierta atención, dicen mucho del estado de una literatura. Lispector abre una puerta inmensa para la literatura; un puerta que paradójicamente, era muy difícil de abrir. Clarice es de esos escritores que inventan una literatura, un nuevo lenguaje y que se consagran por la audacia de sus textos, como una invitación a ser pasajeros privilegiados de ese viaje que se propone.
Editorial Cuenco del Plata desde el 2010, re edita en español parte de su obra principal después de muchos años de que estuvieran agotadas las anteriores publicaciones.
La historia de La pasión según GH es simple: una escultora de clase alta que vive en un edificio de departamentos de Río de Janeiro y resuelve arreglar el cuarto de la criada que se fue. Al arreglar el cuarto de servicio, intenta dar forma a su casa, transformarla en un espacio más que tenga su sello, el estilo GH. La decisión de ir a ese alejado cuarto, está alentada en la creencia de que será el lugar más sucio de su departamento pero la habitación es clara, limpia y luminosa. Incluso en unas de sus paredes encuentra pintado un mural con una pareja y un perro, cuyas miradas le resultan desafiantes y en donde cree ver una dedicatoria hacia su persona, su clase social y hasta a la fatuidad de su arte. Ante esta experiencia desmitificadora llega a una esencial: al abrir la puerta del placard se ve frente a una cucaracha. Este encuentro le provoca un asco fuerte, abominable, pero es a la vez el motivador de una ancha y difícil evaluación de su propia existencia que siempre sintió tan resguardada, tan acomodada tomando un café en su piso carioca. El encuentro con la cucaracha es un momento de iluminación para regresar a un estadio primitivo, salvaje, y por ello, quizá, más feliz. G.H. pasará a experimentar el sabor del insecto, como una manera de sellar una comunión de vida aunque sea una cucaracha – último bastión insoportable de vida citadina - como una manera de rara antropofagia. En ese momento antecede a la revelación, la epifanía, donde le resulta tan bellamente dolorosa la sensación de fragilidad de la condición humana. Esa náusea que se siente por algo vivo, es la vida. La mujer y la cucaracha, esas dos especies arcaicas, se reflejan mutuamente en lo que tienen de joyas raras, ornamentos lujosos en esta civilización de lo inútil como escombros vivientes de la civilización.
La novela es como un tratado de ontología escrito en estado de trance y la anécdota, que podría ser leído como un diario de viaje, resulta el proceso de transformación de la protagonista. Cuando GH descubre a la cucaracha, redescubre “su infancia pobre, con goteras, cucarachas… era como mi pasado prehistórico, yo había vivido con los primeros animales del planeta”. Y enfrenta a la cucaracha “Yo miré a la cucaracha viva y descubrí mi propia humanidad”. Mundo de lo humano y lo animal se funden en un contacto con la naturaleza viviente que pone en cuestión todo los órdenes, aún la norma lingüística. Cuando Deleuze define a la obra de arte como un bloque de sensaciones, un compuesto de preceptos y de afectos que conserva y desbordan las percepciones que se tienen de los objetos y las afecciones de quienes lo experimentan, para hablar de la cucaracha de Clarice. El efecto es el devenir no humano de GH, que no es imitación de un animal, vegetal o quién sabe qué, sino que es contigüidad, una zona de indeterminación donde sólo el arte, en su empresa de creación, puede entrar. “Perdí durante horas mi montaje humano”, dice GH, sabiendo que, si se pierde, es para encontrarse con lo desconocido y “encuadrar la monstruosa carne infinita”.
El recorrido es también un camino de mutua seducción “la cucaracha es pura seducción. Pestañas, pestañas que llaman. Yo también tenía millones de ojos pestañando, yo, protozoaira, proteína pura”. Y le dice a su interlocutor amoroso o lector imaginario “La vida, mi amor, es una gran seducción, donde todo lo que existe seduce”.
Lo que la novela revela es como una realidad supuestamente preconcebida y estereotipada que pasa a ser desmontado. Así como el cuarto supuestamente oscuro también es luminoso, el lenguaje tiene apariencia codificada, pre fabricada, revela posibilidades de innovación y refuerzo de sentido.
Tal vez sea más fácil de aceptar el absurdo de la kafkiana metamorfosis del hombre al insecto que el grotesco de esa necesaria crueldad existencial, la de la mujer que come una masa blanca del interior de una cucaracha.
La Pasión según GH se publicó en 1964 y la crítica la tildó de “una experiencia sobre los límites" – relativo a la novela - “y al misterio” –adjudicándolo ya no sólo a su literatura sino también a la escritora –. Límites del lenguaje, de la literatura, de lo humano. La gramática, por ejemplo, no alcanza para expresar lo que GH siente que “la vida me es” o “nada me existe”. Bordes.
Clarice Lispector murió en Río de Janeiro a los 56 años de un cáncer, a los pocos días de publicar su última novela, La hora de la estrella. La pasión según G.H. es para muchos su obra maestra, incluso para Clarice.
Cuando los primeros libros de Lispector empezaron a circular, la crítica de su país se limitó a espetar un abanico de lugares comunes, de esos que vienen prefabricados pero que, leídos con cierta atención, dicen mucho del estado de una literatura. Lispector abre una puerta inmensa para la literatura; un puerta que paradójicamente, era muy difícil de abrir. Clarice es de esos escritores que inventan una literatura, un nuevo lenguaje y que se consagran por la audacia de sus textos, como una invitación a ser pasajeros privilegiados de ese viaje que se propone.
Editorial Cuenco del Plata desde el 2010, re edita en español parte de su obra principal después de muchos años de que estuvieran agotadas las anteriores publicaciones.
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