Por Silvina Friera
No fue fácil sacudir las conciencias aletargadas de una sociedad que, eclipsada por la burbuja de la convertibilidad menemista, excluía de sus preocupaciones inmediatas la cultura. Cuando en 1996 el escritor chaqueño empezó a advertir que desertar de los libros y de la lectura era naufragar como país, parecía un “predicador” en medio de la indiferencia y la apatía de la mayoría. “Ahora tenemos una bien ganada conciencia de la importancia de la lectura”, dice Mempo Giardinelli, que hoy a las 17 inaugura el 11º Foro Internacional del Fomento del Libro y la Lectura en el Complejo Cultural Guido Miranda, en Resistencia (Chaco). La conferencia magistral de apertura estará a cargo de la escritora Ema Wolf, especialista en literatura para niños y reciente ganadora del Premio Alfaguara de Novela. En el encuentro, organizado por la Fundación Mempo Giardinelli, también participarán Angélica Gorodischer, Diana Bellessi, Marcelo Birmajer, Luisa Futoransky, Patricia Suárez, Inés Garland, y los especialistas Gustavo Bombini, coordinador del Plan Nacional de Lectura; Francisco Viegas, director de la Casa Fernando Pessoa (Portugal); y Bernadette Seibel, socióloga y bibliotecóloga (Francia), entre otros. El sábado cerrará esta edición la escritora Luisa Valenzuela (ver aparte).
“Los foros son la continuidad de una labor que empecé hace veinte años con la revista Puro Cuento. No habría foros ni fundación sin esa revista”, explica Giardinelli en la entrevista con Página/12. “Mi aspiración es formar una nación de lectores.” El escritor, que está a punto de publicar Volver a leer (Edhasa), señala que “ahora hay un Plan Nacional de Lectura y muchas instituciones, fundaciones y personas que quieren revalorizar la lectura como un factor identitario y de acceso a la cultura, de freno a la ignorancia y al embrutecimiento, incluso como bastión frente al pensamiento único de la globalización”. El autor de Santo oficio de la memoria, por el que recibió el Premio Rómulo Gallegos en 1993, aclara que hace cinco años la promoción de la lectura se ha puesto de moda. “En cualquier ciudad o pueblito del país hay unanimidad: todos quieren que los chicos lean, que los docentes lean y que los bibliotecarios lean.”
–Y entonces, ¿qué falta?
–Somos una nación consciente de la importancia que tiene la lectura, pero que no lee. Tenemos un sistema educativo que es perfectamente capaz de enseñar a leer y a escribir, pero que lamentablemente no forma lectores.
–¿Por qué existe esa distancia entre la importancia que se le asigna a la lectura y su práctica?
–Los factores son múltiples. Hace cuarenta años, la lectura empezó a ser considerada no una virtud sino un defecto. La lectura fue condenada en este país como hecho subversivo, como una actividad peligrosa practicada por sujetos sospechosos, los intelectuales, y esta manera de descalificarla empezó a partir de Onganía y se reforzó durante la última dictadura. Hay una concepción antiintelectual, antiinteligencia, que se terminó de coronar durante el menemismo con la Ley Federal de Educación, que por suerte ahora vamos a discutir. Pero hasta ahora la lectura, que no existe en esa ley, quedó librada a la buena acción de fundaciones, a las campañas comerciales de las editoriales o a la Feria del libro, pero sin disponer de un marco adecuado de una política de Estado. Igual, no soy pesimista; hemos ganado la primera batalla: la sociedad está amigada con el libro, hay una recuperación indudable y muy saludable.
–Pero no está amigada con la lectura...
–Todavía no somos un pueblo lector. Docentes y padres se quejan de que los chicos no leen, pero no es un problema de los chicos; es un problema de los grandes. Los chicos no leen porque los grandes no lo hacen; los estudiantes no leen porque los docentes no leen, y esto no significa condenar a los docentes. Todo lo contrario. En la nueva Ley de Educación tenemos que lograr que la capacitación y formación docente sea continua, gratuita y basada en la lectura. Debemos recuperar a nuestra docencia y a nuestros bibliotecarios como lectores. La mayoría de los bibliotecarios en la Argentina no lee, son como una especie de burocracia administrativa del libro, pero no son lectores. Y el que no lee no puede transmitir amor al libro.
–¿Qué opina respecto de las últimas estadísticas que señalan que más de la mitad de los argentinos no leyó un solo libro en el último año?
–Es cierto, es una parte de la verdad. Los suecos y los finlandeses leen diez veces más que nosotros, y eso me parece que es bueno señalarlo. Pero es sólo una parte del problema; quedarnos con las estadísticas sería una especie de autoflagelación. El punto central es cómo hacemos para que la gente lea. El problema es más de estrategias lectoras para que los grandes y los chicos comiencen a leer, y en este sentido me parece necesario trabajar en la recuperación de la lectura en voz alta, por ejemplo, que en otros países ha dado resultados extraordinarios.
–¿Qué experiencias que se hayan aplicado en el país rescataría en cuanto al fomento del libro y la lectura?
–El único antecedente que hay que recuperar, porque para mí es la persona más importante en esta materia, es la experiencia de Hebe Clementi, profesora de Historia, que en el año ’84 creó el primer Plan de Lectura que tuvo la Argentina. Pobrecita, nadie la daba bola, ni siquiera Alfonsín...
Giardinelli cuenta que en esta edición el foro es “más abierto” porque se ocupa de todos los géneros literarios. “Decir que no importa el género también tiene sus riesgos. Me parece que tenemos que pensar cómo ir formando el gusto de los lectores. Los chicos te dicen: ‘No me gusta la cebolla’, pero nunca la probaron. En realidad, con la lectura sucede algo similar. ¿Cómo los convencés de que la prueben? ¿Lo hacés autoritariamente? No, jamás, pero no podés permitir que se queden sin cebolla. El chico no nace sabiendo atarse los cordones, hay que tener paciencia para enseñarle hasta que finalmente aprende. Con la lectura pasa lo mismo”, opina el escritor.
1 comentario:
Qué lástima que se perdió el "libro de lectura" en las escuelas. Era una práctica muy positiva y fomentaba la curiosidad por leer más. En cuanto a lo que dice Mempho sobre el tiempo en que no se podía leer, yo estaba distraída, porque nunca noté la falta de libros, en todas las épocas leí y compré toda clase de libros. Ma.Cristina M.de Scarlato
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